miércoles, agosto 17, 2005

¡¡Salta el polvorín!!

Agosto. Calor y pólvora. Ya empezaba a invadirme el sueño, con ese sabor dulzón a baba y náusea dulzona, trago agridulce, y de pronto, como si todos los piratas de la historia atacasen mi puerto, prende el polvorín. Traca, cohetes, castillo y fiesta. Lástima que la brisa sea tan débil y no se entremezcle con el aroma a sal del Mediterráneo. Tengo que conformarme con el peso que tiene mi piel bajo este resplandor cansado de sudor sin salitre.
Brilla, colores y formas, sonido chispeante y eclosionador, sigue el castillo mientras escribo, lento golpeteo interminente, una forma, luego otra, y la calle parpadea, iluminándose, manchándose de luz.
Ahora se anima, va llegando a su final, poco a poco acelerándose, más formas, más luz. Ruido.
Último golpeteo, como un quejido. Y aplausos.

Me encanta que me aplaudan por el mero hecho de irme a dormir.

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