¡Qué cansancio oir tu voz!
Cómo pesa el aire que respiras,
y los pasos que das.
Qué helada es esa mirada
que agachas bajo tus pestañas.
¡Qué cansados estan los nudos!
Cabitos que se han deslizado,
entre aceite de siglos en guerra.
Se van, como la arena de este reloj.
¡Hay tantos conejitos corredores de tiempo!
Y mis uñas cambian como las hojas,
como el viento,
como los días y los años.
Crezco.