No sabían

Cuando no quede más que arena en el mundo, regálame flores azules, que yo colocaré con mimo una alfombra de amapolas.
Destaparé mis frascos vacíos, donde he ido dejando crecer la nada embriagada de recuerdos y sueños.
Mis manos pequeñas y frías, dibujarán sobre tu piel el mapa que no encontrabas, plagado de saltos y caminos imposibles, que lleva al lugar donde se esconden las lágrimas.
La mujer que no sabía soñar guarda un infinito en sus labios, donde las estrellas tiritan y las sombras bailan.
El hombre que no sabía llorar se va oxidando.

Cuando no haya más que sal en el mundo, estarás suspendido encima, mientras yo me hundo y desaparezco.

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Bordes

Cíclica. La tormenta da vueltas. Arremete con fuerza y deja una falsa calma, llena de sombras. Tiempo para recoger los trozos rotos, pero nunca es suficiente, nunca aparecen todos. Intentas recomponerte en un equilibrio frágil. Y de nuevo, las nubes, el hielo y el viento furioso que golpea con saña.
No hay paz para las muñecas de papel.

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Días que son de papel

¿qué, si el cielo cae de golpe? ¿traerás tus manos de gigante para sostener los escombros?

Las manecillas del reloj se hunden en mi espalda, dicen querer darme cuerda, pero sólo siento el frío que deja la herrumbre.

Ambos sabemos que el mundo agoniza poco a poco, asfixiándote a base de monotonía, echando los sueños al olvido.

No me iré haciendo ruido, aunque estaré divagando entre sombras chinas, rodeada de mis cuentos.

¿Quién te hará de un resfriado el fin del mundo?
No es mi sonrisa la más bella de todas, pero en cada exhalación que baila por entre mis dientes caóticos, vagan galaxias repletas de ideas.

No. No traerás tus manos gigantes para darme sombra en los días de poniente. Viajarán vulgares como otras manos en otras pieles, sin nombres ni recuerdos. Condenado a la vida efímera de quien no se embriaga de literatura.

Yo seguiré, mientras, jugando con dragones

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Antropófago común ibérico

El antropófago común ibérico es un carroñero sin escrúpulos, que por un supuesto éxito político, aniquila los elementos más básicos del sentido común, eliminando sistemáticamente las variables que posibilitan la vida de los demás. Aboca a la supervivencia de la especie bajo los principios más crudos de la ley natural, pero mermando la base de igualdad, por lo que inclina la balanza para asegurar la victoria a la oligarquía de turno.
No mide daños colaterales, es cortoplacista y apoptósico.

Hoy, esa raza de animales ejerce su fuerza y nos aplasta. Dirige la extinción de las personas que siguen las normas, que creen en derechos y deberes.

La protección es para el que muerde, la ley para el que miente.

Bienvenidos al país de las bestias. Comienza el festín de los lobos.

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28

Mañana llega el otoño, o eso dicen. Yo la verdad es que no me fío. Igual, entre los miles de trastos, le doy un paseo a la bufanda.

Detrás

Detrás de la ventana, la vida corre descontrolada.
Las luces, el aire, los días.
Todo se emborrona, se deshace.

El tiempo duele.

En uno de estos giros ya no habrá retorno.
Mis pies, mi boca, mis manos.
Todo se habrá ido, seré nada.

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Una pequeña caja

Los errores en los días cortos se quedan dormidos.
Sueñan con el tiempo que escapa entre mis dedos,
Que acaba perdido y bailando con el viento.

Mis labios saben a poco,
cuando trato de morder el aire.
Tan envuelta de silencio
parezco un souvenir barato.

Qué poco queda de todo cuando cierro los ojos.
Mis manos se enredan con las sombras.

Doy rodeos a mi reflejo azul,
Sembrado de pecas.
Soy un universo pequeño
Que orbita a trompicones.

Las palabras a veces son como encontrar una moneda antigua,
e imaginar un tesoro con una sonrisa en los labios.
Una caja bonita repleta de ideas tontas.

Este otoño es de mentira y se ríe de todos.
Las bufandas agonizan.

Qué poco importa en este instante que la vida sea cuesta arriba.

Esta noche todo brilla un poco más.
Me dejo rodear de la suave locura,
dando vueltas como una peonza...
Caeré, pero ¡qué placer bailar!

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De calor y poca cosa

Hay dragones en mis sábanas
Que sonríen con centenares de dientes.

Quizás sea su aliento lo que quema a octubre.
Quizás sea la inercia quien empuja hasta el desánimo.

Pronto lloverá y veré caer los días.

Mis manos pequeñas se vuelven transparentes,
Mi sonrisa torcida pasea ligera.

Hoy ha sido un día tonto,
Se dejará perder y borrara nombres.

Demasiado calor en este otoño.

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Una tontería

Este martes quema.
Nacido del viento,
ha pasado abrasando
como venido del infierno.

Día ciego,
Se desintegra entre mis dedos.

Caen los castillos de cartón
En caótico desorden,

Parece querer decir

Que no habrá segunda parte.

Este martes que quema
Va a morir en la nada,
Ha pasado volátil
Dejando cenizas en mis yemas.

Rima fácil, palabras vacías.
Martes cálido que nutrirá al olvido.

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Olvidé septiembre

Perdona, olvidé septiembre,
Pero es la vida
Que arremete.

Aquí estoy,
sujetando este instante
Entre alfileres.

Recuerdo a Vallejo.

Lo siento, rompo las promesas.
Pero son los años
Que me gastan.

Allí donde estés
Te imagino bailando
Entre algodones.

Una pequeña cicatriz es tuya.

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Otoño

Hoy he aparcado mi cabeza para que descanse. Demasiado tiempo juntas.

Tengo ganas de pintar.

De cristales y canicas

Que no te mientan,
No tengo todo el tiempo del mundo para bailar
Ni rodar eternamente como un planeta.

No es verdad.
No tengo el brillo fulgurante del hielo
De un cometa que vaga perdido.

¿Nos reconoceremos?

Atrapada en un tarro. Una mosca simplona
Zumba y choca.

Digamos que tropezamos con asiduidad,
Que guardo muchas palabras en los bolsillos,
Y que algo más que aire se quedó en mis labios.

Los segundos son frágiles.

Yo no supe tararear esa canción.
No pude soñar en aquella habitación sin paredes.

Digan lo que digan soy igual a todas,
No tengo rostro ni cuerpo.
Serviré de aperitivo al olvido.

En el espacio no hay gravedad.

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Caen

Esta noche todo se mueve despacio, entre luces emborronadas.
Ha empezado cálido y pegajoso este otoño.

El calendario me mira algo escuálido.

He ido perdiendo hojas,
he ido perdiendo nombres y personas.

La velocidad es un cuento de ciencia ficción. Los relojes se precipitan contra el suelo.
Mis pestañas respiran tranquilas...

¿He perdido la razón?

Sólo estoy yo. Mis cosas, mi voz, mi silencio.
Si quiero me paro. Si quiero salto.

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Shiver

Al cerrar los ojos puedo ver las amapolas,
Y un par de lirios azules junto al camino.

La nieve.

Hoy, puedo acariciar recuerdos pequeños,
Imágenes que navegan ligeras en mi cabeza.

Mi voz jugando con el paisaje.

Me gusta contemplar la luz
Tanto como enredarme en las palabras.
Son mis venas azules.

Hoy venia desafinando en el coche,
Otro camino, otras caras, polillas en el estómago.

Mis pies pequeños que serán ceniza.
Mis ojos que dejarán de ver.
Mis dedos que quedarán fríos.

Mañana.

Hoy, al cerrar los ojos veo el verde de las hojas,
Y oigo el murmullo de las olas.

La lluvia.

Esta noche me dejo caer con suavidad
En mi telaraña transparente
Frágil

Poca cosa, diminuta. Efímera.

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Una vez me acunaron las estrellas

Pedir que me salves sería absurdo,
Te enredarías con la capa roja y,
El desenlace sería fatal.

Pedir que me abraces en el fin del mundo,
Parecería pueril y sería inútil...
¿cómo nadarías xa sobrevivir?

Esta noche tengo el síndrome del domingo.
Menguo por momentos y se que mañana,
Lanzarme de la cama será caer al abismo.

Hipérbole.

Soy tan torpe algunos días
Que tropiezo con planetas inertes,
Ahogándome un poco con ellos,
Embriagada de locura.

Últimamente voy a la deriva,
Perdiendo mis propios pasos,
Demasiado callada y sin brújula.

Ya sabes que soy de naturaleza tiritona,
Pero una vez me acunaron las estrellas,
Meciéndome al compás del vacío.
Sentí como latía el universo
Y fui un instante. Pero fui.

Cuando el olvido agujeree mi cara,
Saltarán galaxias de mis pecas
Y con suerte oirás los cascabeles
Que he ido cosiendo estos años.

Extraño camino tintineante
Hecho de recuerdos fluorescentes.

Lo dicho, no vendrás a salvarme,
Ni dirás mi nombre cuando todo acabe.
No te abrazaré cuando el frío apriete
Ni guardarás la cuenta de mis lágrimas.

Me quedaré quieta.
Y dejaré germinar estrellas en la nada.

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Tonterías en domingo

No se como se hacen bien las cosas. Siempre voy a trompicones, contemplando los colores que se esconden en las pequeñas cosas. Mirada perdida que se vuelve sorda a los usos comunes.
Las conversaciones de ascensor me matan. A veces disimulo, como puedo, pero mi flequillo me traiciona.
Mañana me pondré mi vestido rojo, para dar brío a mis mejillas desvaídas.
Otro día a dibujar con mis manos pequeñas.
Un septiembre cualquiera que intento hacer que cuente de alguna manera.

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Todo esto está de más

Las paredes me absorben
Mientras pestañeo al ritmo del ventilador.

Otro agosto q meto entre las costillas,
Mirando tímidamente a septiembre
Como subida a una escalera diminuta,
Vértigo de pinipon.

El silencio a veces sabe perfecto.

El olvido viste de todo lo callado,
De las promesas perdidas,
Mientras embalsama a las mariposas
Que no pudieron volar.

Nunca hubo oportunidad.
Ahora lo se,
como que mi flequillo no se doma.

Mi voz suena a ruido herrumbroso.
No tenía corazón. Demasiado lenta,
Tanto frío alrededor.
Tan poco sutil y delicada.

Anidando arañas.

Arrastro los pies jugando con el suelo.
Aprehendiendo este espacio inconmensurable,
Que me aplasta contra mi sombra.

Detesto decirlo
Pero me dejé perder entre mis cuentos.
Y ya no se si alguna vez estuviste.
¿Quisiste? ¿Intentaste? ¿Apostaste?
De verdad... ¿perdiste algo?

Todo esto está de más.
Un poco de tinta sobre hojas ya escritas.
¿Que importa? ¿Alguna vez te importó?

El hierro si llora se oxida. La madera se pudre.
Como le pasa al amor cuando es sólo aire.
Remolinos de vacío cargados de electricidad.

No hay pruebas de este crimen.
Sin cadáver, sin sangre.
Indicios y matices. Recuerdos de hielo.

¿Qué caja me toca? ¿Dónde encierras el aire?
¿Dónde se asfixia la nada?

Estaba condenada desde el primer instante.

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Llámame Frankenstein

La vida de una patata es gris.
Como la de las marionetas y,
Las muñecas huecas.
Brillo efímero en la porcelana,
Quebrada, fría y disonante.
Chirría.

Es la hora del té y los cobardes faltan.
Naipes que fingieron ser importantes,
Marcharon hacia cantos de sirena.

Una veleta siempre está indefensa.
El viento seduce y golpea,
En embistes frenéticos y desordenados.
Cruel incertidumbre.

No hay paz para las plantas sin flores.
Ni versos o canciones.
No hay ternura bajo el Mistral,
Como no hay consuelo en la asfixia de agosto.

La tristeza de una patata cala hondo,
No hay forma de sacarla de su estado.
Es como conversar con las muñecas
Buscando expresión en ojos de plástico.

Pero sigues insuflando aire.
Susurrando sueños a quien no sueña,
Regalando días a quien no los quiere,
Guardando lágrimas en cajones.

La esperanza carcome, maquilla el miedo.

Y a veces escribes cuentos imaginando
Que como una brisa suave, dice:
- soy feliz -
Pero no es más que el recuerdo de las olas
Y la sal que queda.

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Azul casi negro

Un pesado aliento cálido
cae desvaído
dando vueltas desde el techo.

Una noche cualquiera
de otro julio ligero.

Falso letargo que esconde prisas.

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Negro julio sin aguaceros

Tiempo gastado que huele a hierro.
Arde bajo el sol de julio.

Mis pies pequeños, mis pestañas ralas.

Hay días largos
Que siguen a noches oscuras.

Sin estrellas, sin viento.

Voces que callan con grito metálico,
Sombras arrastrando dedos.

Mis manos nervudas, mis ojos negros.

Otro esbozo gris, grafito sobre grafito.
Un infinito de rostros perdidos.

Y, lejos, un titán que promete nombres,
Que habla de fines y destiempos.

Cruje el calor en mi piel nívea.
Soy un trozo de hielo que agoniza a la deriva.

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Junio tibio

Detrás de esta pared hay un mundo escondido,
sonidos ahogados bajo cemento.

Mi voz, disonante, escupe pensamientos caóticos,
al otro lado, perdida entre las cosas que se rompen.

Escucho el constante parloteo de universos  paralelos,
distingo los colores de los monstruos y,
dibujo...

Hilos transparentes que tiritan como gotitas frágiles.
Mundos pequeños para manos pequeñas.

Mientras el sol se mece en mi piel, me balanceo,
baile arritmico, instinto natural.

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El vacío no es como dicen, grita

El peso de la locura deja huellas profundas,
Que la noche no aligera.

Empujo, con las pestañas húmedas,
Y una sonrisa forzada en los labios.
Todo esta bien. Todo irá bien.

Abrazo mis rodillas con los ojos fijos en la pared,
Lienzo en blanco, ruidos que se filtran,
Poco que entender. No preguntar.

Un instante para coger aire,
Comprobar daños y despegar.
Inicio congelación de los músculos,
Simulando torres de gigante.

Lista para otro día en el centro  de la locura,
No hace falta más que cubos para guardar el mar.

La desesperanza en unas  manos temblorosas,
ruge desde dentro sombras que tienen garras.
Me deja arañazos transparentes.
Cala hondo y tiene eco.

Vuelvo a hacer malabares, cosiendo caminos,
Regalo mundos y, tiemblo...

Nada es suficiente cuando alguien no quiere.
Vacío... inmenso vacío, un abismo en sus ojos,
Tanta oscuridad.

Estos días tienen poca luz, fingen dar calor.
Déjame sostenerte. Seamos viento.

Grita. Grita.

Sácalo. No hay más.
Salta. Rabia.

Llora. Llora.

Mójate los huesos. Inunda la habitación.
Sangra.

Yo te sostengo

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De flores y primaveras frías...

Poco queda que escribir
De flores y primaveras frías,
Que no dejan huella.

Mi vida de pies pequeños,
De ideas comunes y
Pestañas ralas,
Se muestra insulsa.

De nuevo Atlas se queja.

Poco puedo yo pintar...
Salvo esferas perfectas,
Nacidas de un caos dirigido,
Erigidas sobre el grafito destelleando,
Gris sobre gris,
Bello gris.

Tiempo de dibujar en los márgenes,
Nuevos caminos en mundos incompletos.
Huele  a sal  y   a   cafe.

Prisas e incertidumbre.

Los lienzos pestañean,
Repiquetean  mis dedos con ganas  de ensuciarse,
Tan cansados de este mundo plagado de luces,
Que no hacen más que acumular sombras.

Tanto por hacer y sed de perder el tiempo.

Las pecas de mi cara no paran de florecer

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Primavera furiosa

Si la realidad golpea, que lo haga en primavera.
Envuelta del polvo que arrastra el viento,
Bajo amenaza de tormenta.

No hay nada como un trago amargo
Para notar el barro que hiela tus pies.

Jugamos, en equilibrios de papel,
A ser gigantes en un mundo de cristal.
Expuestos al  vacío.

Tejemos este silencio con hilos de algodón.

Afuera las plantas resisten, ajenas al derrumbe.
Todo lleno de colores... y el mar.
Hago sombras con las manos.

La locura tiene la fuerza de la certeza,
Sostiene estas paredes ajadas,
Y el cemento que ha acumulado el sepulturero.

Lobos. Aullidos. Calles que no guarecen del viento.
Y una decepción sorprendentemente tibia.
Poca cosa que ensucie la floración.

Si he de aspirar a algo, que sea mujer.

Cuerpo pequeño, ojos cansados,
Luces y sombras, envuelta de monstruos.
Sólida locura que nos protege a todos.

Aprieta mi mano...

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Poca cosa

Siempre me ha gustado mayo, acorde con mi manía de etiquetarlo todo. Lo cierto es que viene corriendo y exhausto, como yo. Tan siquiera me deja contemplarme en el polen ni en las plantas exuberantes que me atacan en la carretera.

Me he enamorado de las amapolas, son tan rojas como mis cerillas. Salvajes, vulgares y libres.

¿Qué quieres que te diga? Los días se suicidan en mi reloj, las noches son demasiado cortas y las horas son tan reales como los dragones. Aquí bocarriba… ¿allí bocabajo?

Un mensaje en una botella, dejada a la deriva. ¿Terremoto? Cosquillitas en los pies.

Nada, todo esto son naderías, mi cabeza llena de pájaros que no para y, últimamente no puede salir a volar. ¡Qué seria se ha puesto la vida! Y yo, erre que erre, con mis botas moradas y mis dientes despeinados.

Mi fuerza es la del viento, veleta como soy. Me alimento de palabras, de dibujos, de ideas tontas.

Tan cansada como estoy esta tarde nada tiene sentido y, disfruto de mi ignorancia refrescante.

Caminos divergentes, tu bocabajo… ¿yo panza arriba? Aprendí a bailar en mi telaraña de bichejo insignificante, saltando los trastos y cosas que odio. Las cartas, las luces por la noche y las canicas, nunca me han molestado. Las cadenas, las palabras que arrastran al vacío y las mentiras, las ahogo en vasos de zumo falso.

¿Qué importa? Mañana hará calor y se abrasarán mis pestañas, pasado caerán las hojitas temblorosas, temiendo la incertidumbre y el rugido de otro invierno que se abre paso a zancadas sin miramientos. Y la comisura de mi boca se hendirá, mis huesos se harán más pesados y mis pies seguirán demasiado pequeños.

Pero me seguirá gustando Pizarnik.

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La venganza de las flores

Este tiempo asusta.
Pían los pájaros,
tienen hambre.

Un enjambre de polen
viene rugiendo,
como una plaga amarilla
que lo asfixia todo.

La venganza de las flores.

Tiene gracia,
parece que quieren enterrarnos
y sembrar en nuestras frentes.

Los días que dan miedo
vienen acompañados,
traen pensamientos raros.

Ayer estaba estaba rendida,
como si al guardar mi red de araña,
hubiera dejado muerta una mitad de mí.

Hoy, más ligera, sigo cansada,
como si les faltara fuerza a mis huesos.

El aire se respira sucio y embarra mis pulmones,
tu recuerdo a buen recaudo,
duerme tranquilo.

Domingo suave, mi cuerpo aletargado.
Falsa eternidad en esta inercia despiadada.
Lo sabía, en el fin del mundo,
todos estamos solos.

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Capitulaciones

Perdona, no sé qué ha pasado,

todo lo que cosía se ha perdido.

No lo encuentro.

He preguntado a mis monstruos,

he buscado entre las sombras,

y… nada.

Tal vez sean estos días de piedra,

que aniquilan cualquier cosa frágil.

O mis plantas que no florecen.

Quizás aquellos ojos de color miel,

o que se ha secado la fuga.

Poco importa, no hay retorno.

Huelga decir que me quedo con todo,

al fin y al cabo yo lo he tejido.

Las ecuaciones, los puntos y,

las flores azules.

A los silencios les tengo cariño,

y lo que te escribí, lo guardo,

como siempre.

También es mío lo que no te he dado

y lo que no pudiste entender.

La custodia de la cueva, lo siento,

no es compartida.

Se queda conmigo.

Me reservo el derecho a mimar con saña

los recuerdos dibujados de letras,

ya emborronados de ciencia ficción:

¿tu voz? ¿tus ojos? ¿tus manos de gigante?

Ahora, lo que dejo para ti…

el aire acumulado, estos años, entre los dos.

La locura de haberte querido,

con toda la delicadeza que invertí en ello.

Y mi tonto empeño, mi inocencia.

Perdona, ya sé que no te importa,

todo esto ya lo habías perdido.

Yo, me rindo.

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Así que nada

Estado de excepción.

Mis músculos se tensan,

vacío en el estómago.

No se me da bien callar.

El aire que trae el mar no sirve,

las montañas se interponen y,

me ciega tanto polen.

No se me da bien fingir.

Todo va bien, aunque las paredes caigan.

Todo está bien, aunque el suelo tiemble.

Mis pies, demasiado pequeños, caminan.

Poco que contar.

De nuevo, pecas en mi cara

y este estúpido nudo en la garganta.

Hay ceniza allá donde mire.

Equilibrio inestable.

Siluetas compuestas por cerillas,

tratando de soportar estos días

que caen a plomo.

¿Qué más?

La vida sigue y somos pulgas.

Breves, torpes, incompletos, rotos…

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Hace cinco minutos, 7 de abril

No puedo encarcelar en un poema tu retrato,
Tus manos nudosas de artista,
-orgullo en mis venas-,
Tus canciones, tus soles,
La fuerza inconmensurable de tus huesos.

Las ausencias calan, profundo.

Melancolía dulce, sabor a limón.
Huele a verano y pintura,
A despertares alegres, juegos y risas.
A paseos y escaleras imposibles.
A tus pañuelos de tela.

Cuando dibujo una esfera, oigo tu voz.

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De prisas y horarios

Estaba repasando las líneas azules de mis manos.
Medio extraterrestre, medio ojitos del abuelito.

El tiempo huye a la carrera y no deja rastro.

La ceniza se arremolina en los cajones,
Creando ciclones que lo desordenan todo.

Estos  días tienen  pies de atleta,
Y yo, con mi asma, no les alcanzo el paso.

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Hay que pasar abril para que llegue mayo

Hay personas que he perdido, guareciéndolas en mis bolsillos.
Pozos infinitos de nada. Reino de lo inútil.
Demasiado grandes para mis manos blancas y pequeñas que,
Nunca se templan.

Hielo a la deriva que ataca a los barcos perdidos,
Sin compasión. Sólo locura.
Inocente locura de sueños infantiles y blancos.
Diminutos como el aire que exhalo,
Cansados como mis pulmones rojos.

En el paraíso de las cosas que se despistan,
Tercera puerta hacia abajo,
Quizás haya una reunión de nombres olvidados...

Hace dos cuadernos, creo, que no me lees.
Te has perdido persecuciones de paraguas,
Y un asesinato premeditado.
Nada interesante.

Las líneas tangentes se desintegran en los bordes.
Nadie las ha visto nunca alejarse eternamente.
Se caen y explotan de forma transparente e insulsa,
Por culpa de la inercia.

Bueno puede que deba reconocer el peso de mis satélites,
Mi órbita irregular y rebelde, mi falta de brillo...
Alguien debería investigar sobre la gravitación,
Las esferas, ET, los m&ms y mis pestañas desaliñadas.

Tengo vértigo. Soy incapaz de asomarme al abismo de mis bolsillos.
Si necesitas algo... haz señales, siempre voy dejando cerillas,
Por si tienes que volver sobre tus pasos,
O empieza a hacer demasiado frío.

Oye, ten cuidado con tus manazas grandes,
No vayas a destrozarme hurgando en tus bolsillos
Que, el banquete en la mesa del olvido es silencioso
Y, desde que me pusiste la silla, allí  que sigo,
Tejiendo y destejiendo un mapa.

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¿Y ese gato?

(il·lustració de Katrin Berge: Pinzellades al món)

Parece que hoy hay viento de tormenta, o simplemente viento, pero recuerda a la lluvia. ¿Será por los nubarrones? 

El tiempo gira velozmente y lo devora todo, sobre todo ahora que estoy enterrada entre papeles y, lo que veo desde la ventana está desteñido de tanto carbón que lo ensucia todo.

Las flores bien, brillando por su ausencia, pero las plantas sobreviven. Como siempre, paso a paso, torpe pero ahí sigo. La actividad sacia mi locura. ¿Cuerda? Imposible. Sólo trato de nadar en esta espiral de arena, al borde del precipicio.

Vuelvo a mi bosque de tinta, de letras insulsas, de objetivos y postits aburridos. Demasiada funcionalidad últimamente, añoro estudiar por amor al arte. Ya ves, hasta voy a seminarios los sábados. ¿Estaré haciéndome una persona seria y respetable?

Me miro al espejo: ojos desordenados, pelo enredado, pestañas confusas, dientes anarquistas. Alivio: como siempre, no hay que preocuparse.  

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Plomo

Gris. Desteñido de blanco y negro.
Borroso.

Lluvia cadente,  hastío. Días de plomo.

Este tiempo se mueve en una inercia descompasada.
Somos peones de barro bailando en las brasas,
sujetando en equilibrio imposible figuras de porcelana.

Tan vacíos.

Horas que pasan renqueantes,
temiendo que les roben los segundos.

Cajas fuertes que guardan trajes de aire.
Dolor de naipes... sopla demasiado fuerte el viento.

¡Qué quietos! Pasos torpes, y cortinas de humo.
Basura. Piezas de cartón que se deshacen desde dentro.

Hoy llueve y palidecen los rostros.
Las entrañas compungidas siguen estirando las fuerzas,
en estos días duros.

Hagamos nudos, tejiendo este desánimo. Dejemos huecos,
Empujemos al vacío la ceniza y las colillas,
Sujetos en nuestra red de seguridad.

Peones de madera fuerte. Paso a paso. De frente.
Somos el viento, el norte, la arena.

Hoy llueve, lavemos el tablero.

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