domingo, noviembre 21, 2010

caracola

Domingo. Siempre he tenido una relación amor-odio con las tardes de domingo.

Estoy cansada de mi caparazón de caracol melancólico. Pesa demasiado pero es cálido, y me acuna en su rorró marino, sobre la hamaca de tela de araña.

¿Porqué tendré esta manía de tejer? Ahora todo está enredado, las ideas, los sueños, los recuerdos, las voces, las risas, las lágrimas... y se me hace difícil escapar, es como un laberinto de algodón. Tétrico pero bonito. El caparazón tiene entrañas.

Me engulle.

En el fondo sé que es una digestión pesada: no puede tragarme.
El monstruo soy yo.

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