miércoles, febrero 01, 2012

Peligro de derrumbe

Sucede que el frío amenaza y mis abrazos se pierden lanzando estalactitas; pero mi pelo es rojo, como una cerilla que se prende desafiando al tiempo, desviando la atención de mis ojos oscuros.
¿Qué haré con todos los almanaques que he ido guardando en la comisura de mi boca?
Mis pecas se mueven dando saltos y agrupándose en lunares, mi propio universo con sus galaxias y distancias imposibles.
Sucede que cuelgo la culpa de mi locura en el perchero y río. Sin más. Mi reflejo descontrolado con las formas absurdas de mi cara me guiña un ojo, con un toque elegante levanto una ceja.
Cuerpo revolucionario que siembra años.
No importa que mis pies calcen botas dentro de calcetines de lana para evitar el hielo.
Mi flequillo se desnivela cómo quiere, haciendo juego con mis pestañas desordenadas.
¿Qué mis dedos están fríos?
No importa que tus manos cobijen, lejos, otras sombras y dibujos raros; las mías las guardo en los bolsillos.
Hoy desprendo carámbanos, mientras doy vueltas sobre mí, como una peonza de cabeza roja. Lástima que no me veas, es un buen espectáculo.
Nunca bastarán las palabras envueltas en corsés silenciosos, ni las pataletas ni los olvidos distraídos.
Ya están las flores de enero avanzando por la terraza, con su antipática disidencia contra los colores cálidos, dibujando laberintos azules repletos de escarcha.
Tal vez esté vacía, pero el eco da tantas vueltas que me llena de voces y luces, moviéndome por dentro, al compás de mi corazón arrítmico.
Estos huesos me sostienen pese al constante peligro de derrumbe, a veces tan fuerte, a veces tan insignificante. Tan viva.

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