jueves, abril 14, 2011

A oscuras, desde mi terraza


Esta noche que acaba de nacer, vestida de aire fresco, del mar, vuelve de un viaje largo. No sé de dónde, no sé a quién ha dejado atrás y, aunque sé que se va, este instante es mío. Infinito.
Todos los bordes son absurdos dibujos que se enlazan unos con otros, creando imposibles laberintos, donde los abismos se ciernen bajo mis pies mareándome. Tiemblo.
Tu mano cálida, es un contraste brillante en el frío que destilan las mías, hijas del céfiro.
Tal vez, tus dedos se enreden mientras saltan sobre mi piel transparente y, se crucen con los míos. Pequeños soldados.
Pero ahí está la brisa, moviéndolo todo. Y tú te alejas, o soy yo la que no consigo llegar a ninguna orilla, atrapada por la resaca violenta de un mar tan calmado que parece muerto.

-Calipso te abraza-

Yo, contemplo la noche, embriagándome con este aire fresco del mar, que se irá a un viaje largo. No sé a dónde, no sé a quién irá a ver y, aunque sé que se va, este instante es mío.  
Y pienso en lo absurdos que son los bordes que se alejan unos de otros, dibujando laberintos imposibles, donde los abismos son fauces que se comen los deseos.
Tus manos cálidas, estarán en otro universo. Las mías, heladas, se mecen a mis costados.
Tal vez, tus pequeños soldados anhelen enredarse sobre mi piel transparente y, un día, se crucen con los míos en una batalla.
Pero ya viene la brisa, moviéndolo todo. Me despierta, sólo estamos mi sombra y yo, en una inmovilidad tan violenta que creo que voy a tropezar.

Hoy los ojos tiritones no me pueden mirar y burlarse, un ejército de nubes me da la excusa para emborracharme del olor a humedad y salitre. Sonrío.

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