miércoles, abril 06, 2011

Carne de cañón

La fuerza de mis piernas, blancas, se parece a una marea cadenciosa, que empuja y empuja, sosteniendo el peso de todo el hierro forjado en mis costillas.
El viento, arremolinándose dentro, canta. No siempre son melodías hermosas.
Una jaula con patas, que brilla.
No me importa que llueva barro, me gusta ensuciarme. Estoy viva.

Mi voz estridente, pronuncia palabras que se precipitan entre sí. A veces rabio. Es el derecho a la pataleta.
Y que mis dedos te hagan cosquillas, en el leve camino que se hace en la arena de una playa, no es que importe demasiado.
No puedo verte por dentro, y tal vez sea mejor. No lo sé.

El espejo es frío y plano. Se congelan las pestañas.

La fuerza de mis pulmones, rojos, es inconmensurable, pese a que me fatigue. Tengo el empuje suficiente para sostenerte. Prometeo.
No soy yo quien te mece en las noches, no soy yo quien clava sus dedos en tu espalda.
Sólo soy el pelotón que arremete, suicida, contra todo, contra el tiempo, contra la lógica… sólo soy el vigor del aliento.
Soy atlas, con el mundo a mis espaldas. Súbete a mí.

Mi piel sabe sonrosarse.

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