Rayuela desquiciada,
sembrada de rostros,
de nombres, de instantes.
Todo lo que desgasto,
y lo que guardo nuevo,
con su papel...
llenándose de polvo.
No hay tiempo,
pero salto,
sobre mis pies pequeños,
que se arrugan.
Hace calor,
como cuando miraba,
atónita,
las aspas del ventilador...
Y hay ecos,
húmedos,
cansados por el sol.
¡Cómo envejece este viento costero!
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