jueves, abril 12, 2012

Dulce balada de lluvia. Abril. Incertidumbre.

Tiempo gastado, plomizo, de perspectivas difíciles y voces artificiales.

Demasiada basura. Minutos de plástico.

Mi reloj, a juego con mis pestañas, parpadea de forma insulsa, a golpecitos pequeños, en respiraciones leves.

Hilos enredados, frágiles y cortantes.

Mi vida, se dibuja y emborrona a partes iguales.

Esta noche llueve, y yo me atuso el flequillo mirando a la pared.
Me da una tregua mi cabeza sobrecargada de estupideces.

Son días que pesan, estos que ya llegan llorando. Se oyen sus lamentos de lejos, como si nacieran ya oxidados.

Mi fortaleza quejumbrosa es simple: me caigo de bruces.
No soy mas que una mota en esta vorágine que huele a hierro.

Yo soy de madera. Madera que cruje, que se cuartea, que se pudre. Como todo.
Un vulgar saco de piel y huesos, que se pierde.

Poco importa.

Solo cuenta el universo que puedo enredar en mi pelo. En este instante, solo hay aire.

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