¿qué, si el cielo cae de golpe? ¿traerás tus manos de gigante para sostener los escombros?
Las manecillas del reloj se hunden en mi espalda, dicen querer darme cuerda, pero sólo siento el frío que deja la herrumbre.
Ambos sabemos que el mundo agoniza poco a poco, asfixiándote a base de monotonía, echando los sueños al olvido.
No me iré haciendo ruido, aunque estaré divagando entre sombras chinas, rodeada de mis cuentos.
¿Quién te hará de un resfriado el fin del mundo?
No es mi sonrisa la más bella de todas, pero en cada exhalación que baila por entre mis dientes caóticos, vagan galaxias repletas de ideas.
No. No traerás tus manos gigantes para darme sombra en los días de poniente. Viajarán vulgares como otras manos en otras pieles, sin nombres ni recuerdos. Condenado a la vida efímera de quien no se embriaga de literatura.
Yo seguiré, mientras, jugando con dragones
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