domingo, junio 25, 2006

Imposible



Una puerta, una puerta que nadie podía atravesar, hierática, firme, baluarte de un secreto hermético al que se mantenía fuertemente asida, dejándome, dejándonos fuera, a la luna de Valencia, a merced de la funesta desdicha y del destino, como si ella sola, fuera el umbral entre la eternidad y la nada.
No la atravesarás, podías leer en su altiva aldaba. Pero ella no tenía ni idea, ni siquiera podía sospechar mi fuerza. Mi fiereza visceral latente en esta frágil apariencia que parecía espetarme hacía un molino de viento.
No me atravesarás, gritaba por las grietas, amenazante.
Yo sólo me senté, frente a ella, mirándola con la opacidad de mis granos de café, dejando bailar suavemente mis espinas en cada parpadeo… sopesando.
Hay tanta sed de eternidad en mí que fácilmente podía acariciar por dentro la puerta, sentir su tacto de madera regia, húmeda. Esa humedad que lleva tanto tiempo empujando a su henchida dueña, que aguanta, soberana de garganta resquebrajada los vendavales, la lluvia, y sobre todo el temible sol que la envejece a marchas forzadas, humanizándola hasta tal punto, que tendiendo una mano sobre su rostro estéril, sentías su respiración.
¿Qué refugio podía tener ante mí? ¿su secreto? ¿su norte? ¿luna negra? ¡Qué importa! ¡nos sentíamos! Aprehensión.
Mi madera se extendía a la suya, su voz a mi silencio, y ambas como una, bailábamos al compás de ese nauseabundo son que tiene lo infinito, lo amargo, lo extenso…

1 comentario:

XPhobos dijo...

Nos hicimos puerta cerrada entre dos.

Solo cabe decir que una puerta nos es un muro.

Besos

KulturArt