Dejé caer el tiempo, como lágrimas que se secan,
perdí instantes y todas las caricias
que nos guardamos en los bolsillos
mientras girábamos por calles repletas de voces.
Un destello saltó en mi estómago, cambiándolo todo,
y yo lo dejé caer en el fondo de todo mi hielo.
No deja de tejer estalactitas,
quemándome desde dentro.
Dejé anidar a los escombros que dejan caer los años,
desafiando al principio universal de inercia,
yo me quedé tan quieta.
Muerta.
Y esperé en mi letargo que llegara la primavera,
desquiciándome en el juego de sombras y reflejos,
llorando páginas y páginas.
Es hora de despertar.
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