He dejado caer un poema ante mis ojos.
Al golpear el suelo, volaron cristales,
brilló el suelo.
No hubo gritos, ni llanto.
Sólo el luto negro,
y silencio.
Cayeron las letras por entre mis labios.
Al salir de mi boca, quemaron mi cuerpo,
prendí en llamas.
No hubo gritos, ni llanto.
Sólo ceniza negra,
y silencio.
Volaron unas palabras de mis manos.
Al marchar con el viento
me arrancaron el alma.
No hay consuelo.
Sólo unas huellas
y el eco.
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