Tal vez no sean “nuestras”, seguramente sólo son las mías que te buscan incansablemente.
Tú y toda tu fuerza de coloso, aguantáis las embestidas de este tiempo extraño y duro.
Yo te contemplo desde mi urna de cristal, mientras se me acaba el aire.
Son las horas oxidadas que enlentecen el tiempo, tejiendo mentiras.
Déjame sentarme a tu lado para protegerte de la herrumbre.
Déjame ser tu heraldo.
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