Hay cosas que se acaban.
Mi mano izquierda, por ejemplo, cuento cinco, y se acaba. La recorro despacio, mirando mis dedos angulosos y llenos de nudos, pero pequeños, insignificantes y blancos. Veo mis venas azules, grandes.
Mi mano derecha, también se acaba. También puedo contar mis pecas.
Me quito el flequillo, ahora crece lánguido a los lados de mi rostro.
Lo más curioso, sigo mirando esperando encontrarlo.
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