lunes, marzo 12, 2012

Debajo de un paraguas

El día en el que me convertí en una sombra, debe estar enredado entre todos los trastos que inundan mi habitación. No lo encuentro. Supongo que fue una transformación lenta y dolorosa, pero no la recuerdo, lo he perdido, como casi todo.
Lo absurdo y otros animales de compañía, como hacen más ruido, siguen por aquí pululando, a veces los veo, los acaricio, los mimo... como hacía con tu ausencia, que tan bien conozco.
Ahora, en este momento, me miro a través del enjambre de lámparas de la habitación y el brillo falso de la pantalla... soy una sombra insulsa de piel blanca y pelo encendido.
Tu giras feliz, en tu órbita perfecta, redondita y calculable. Yo doy tumbos.
No me importa. 
Una vez que has dejado de existir puedes exisistirte de miles de formas, tal vez ahora sea más yo... quien sabe. 

Tal vez, en una de estas, una sombra errante se alargue y dibujemos a carboncillo. Quizás entre en combustión espontánea o simplemente vague por universos saltarines e imperfectos.
No me importa.
Como he dejado de existir, puedo inventarme de miles de formas... total, ¿para qué dejar migas de pan si no me sigues?

Tengo la extraña sensación de que si me callo no se acabará el mundo, pero prefiero no intentarlo.

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